Teoría del conocimiento onírica


Por supuesto que existe conocimiento en los sueños. Allí también sabemos cómo nos sentimos ante cosas que, caigan más o menos en lo posible, al soñar están ocurriendo. Si soñamos rodeados de cosas que conocemos bien, en situaciones y circunstancias ligeramente diferentes de las reales, no hay nada racional que nos permita pensar que lo que experimentamos habrá de ser diferente de lo que ocurriría aquí, al otro lado de lo que concedemos como “real”. Porque entonces, despiertas. Y si aún recuerdas, sientes. Y eso que sientes, permanece, porque el cerebro -los que dicen que no, mienten- no es tan listo como para diferenciar un mundo del otro que está dentro que él. Y lo que ahora tienes, anhelo o herida, lo tienes. La onza de carne desde ahora contendrá sangre. Y te preguntas si lo que viviste -te incite o te aterre- deberías tomarlo como adelanto, como visión o como advertencia. Así fue, que cuando esta mañana despertó, sintió que un sueño se había inmolado, y eso siempre tiene un porqué. Que algo de lo que ahí había ocurrido, quería decirle que no. Que no estaba yendo a donde él creía querer. Y que el temor quiso anunciarse cobrando forma de una realidad no muy distante a la actual, con la intención de decir: yo no te convengo. Ni como sueño, ni como realidad.

Eso, ahora, lo sé.




Me llamaste muy de madrugada,
yo escuché a alguien toser detrás.
Mientras definías el desprecio
me dije que podría hablar,
pero hay cosas que no hay que contar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario