Bela lugosismo

Vidas después tras sólo un año pero la música que siempre ha de volver para hacerte de nuevo avanzar ahora tiene otro rostro; y otra sonrisa. Y aquí estás tú, en una penúltima reencarnación habiendo perdido el lastre de un amigo y sin haber podido aún decidir a qué apostar de nuevo.





Pero, ah amigo, está Sherlock y tú eres Sherlock. Porque también tomas el pulso y si bien no haces tan explícitos tus juicios, con notar una sola pupila dilatada y saber que alguien cifra con tu nombre su corazón decides -por el momento- que tendrá que valer.





Por favor, concédeme aclarar qué fue aquello que era mentira, lo primero del amor o lo segundo de su negación. Porque tú y yo también optamos por separamos en el resurgir de un fulgor; al considerar que la caída era inmerecida después de tanto, después de quizás siempre más.


La noche más larga del año

Desconozco muchas cosas, cada día más. Entre ellas, ¿Quién pensó que era "bonito" acuñar la jornada en que comienza la primavera con uno de esos inútiles "dias-mundiales-de", en este caso día-mundial-de-la poesía? Wikipedia me dice que el señor Unesco es el culpable. Pues bien, el señor Unesco no tiene ni puñetera idea de poesía. No sabe nada de lo que esta puede llegar a ser, tan sólo se ha quedado en las mismas carpetas de quinceañeros que siguen portanto aquellos que en la Arcadia ya eran cursis y moñas, es decir: los Nerudas, García Montero, Tagore y demases afectados que creen que esta primavera, por fin, podrán ser felices y quitarse ese sempiterno mohín tan cansino como pedante que la injustísima vida les ha pintado en la cara cuando su novia les abandonó.

Que sí, que la poesía es un caracter que se va agriando con los años, que todos hemos sido ridículos como dijo Pessoa -y no serlo hubiera sido patético-, pero es que hay maneras de decir el mundo -porque si no es, al menos eso debería buscar ser la Poesía- que hieden tanto a mentira, a cadáver artificialmente edulcorado, a vacua nada narcótica... Y uno cuando lee a Seferis, a Trakl, a Valente, siente que el resto mejor estaban calladitos. Que en estos sí, que ahí alguien ha intentado reencarnarse en Prometeo, que no se ha quedado ensoñado delante de la taza de café mientras dibuja corazones en el vaho del cristal de la cafetería. No, estos se arremangan, se apuestan ellos mismos en el trance de desvelar al menos por un instante el telón del mundo y lo hacen aun a sabiendas de que este, siempre, volverá a cerrarse. Que la existencia es una pátina gruesa que nos oprime -como una escultura de Sanmartino- y que lo único a lo que podemos aspirar es a, olvidando por un instante la nada, cansarnos empujando. Como una lápida.




Buscas esquinas en las que lo negro
se ha desgastado y no resiste
a tientas vas buscando la lanza destinada
a peforar tu corazón
para abrirlo a la luz.

Yorgos Seferis - Tres poemas secretos.

¿Por qué decir?


Soy muy consciente de que mi única manera de decirme es rehaciéndome poco a poco. Gusto a gusto, daño a daño es el modo elegido por mí para dotarme con un poco de cordura (cordura como contraste a locura y como aquella cuerda capaz de atarme tenuemente al lugar de dónde constantemente vengo). Cordura que a veces suspendo para poder adaptarme a ser aquí, en lo que me toca de mi mundo.

Un lugar actualmente bailarina. Suspendido en todos y cada uno de sus pasos en algo probablemente más ligero que yo y que tú y que quien quiera que sea aquella ella siempre buscando.

Y, entonces, ser algo un poco más ligero que todo. Para deshacerse o para volar. Para.

¿Por qué entonces la necesidad de seguir diciendo?

Porque no hay otra. Porque callar es silencio y silencio es nombre. Y nada más extraño que un nombre. El nombre está quieto en medio de un mucho de muerte. Y todo tiene que volver a ser dicho para ir un poco más allá. Es un compromiso con vocación de secreto y astillado de tristeza. Un extraño susurro que casi nunca puede llevar lo que quisiera atado a sí. Hablar tiene miedo a despedirse porque conoce demasiado bien que este es su único modo de existir. Y después sólo queda eco. Y el eco no es nadie.




Carta de un desconocido


Y aquí estás tú. Un sábado que podría ser cualquier otro intentando hacer lo que ahora crees querer. Sacar de algún modo lo que tiempo y vida han ido adheriendo a un nombre. Un nombre que, plomizo y obsesivo, ha ido contagiando historias, días y ellas.

¿Y qué es esto? Poco menos que todo. Un texto que falla, como todos fallamos, diciendo cúanto, cómo, dónde y todo lo que en mí lleva siendo mucho tiempo el Señor Ignacio González Vegas.

Vale, que empieza siendo de Gijón, que continúa siendo maldito -y todos saben cuánto gustan los malditos a los amagos de malditos-, pero es que termina siendo un jodido interlocutor de mi vida. Porque sí, os lo digo ahora, ese ente que respira, paga y responde bajo el nombre anteriormente citado, compone para mí, en mí. Tantas canciones llevan tanto tiempo siendo yo, que no está lejano el día en el que vuelva a saludarle y me susurre las cuatro palabras que nombran mis miedos.

Podría decir Seronda y sería el mismo viaje, el mismo volver a un Gijón cada vez más roto y vacío, pero siempre con una noche más por delante.

Si digo Ángel Simón hay infinitas manipulaciones de frases hechas con "... poca, pero que dure". Hay la funeraria que siempre he sabido que es sin que nadie me lo haya dicho.

También Michi Panero era antes de la canción. Y era muchas veces y muchas noches, pero es que esta canción la cantó mucho un yo que era con una ella en un lugar en el que llovía más que en Norteña. Y juraría que los recuerdo tan felices como la felicidad.

Y hay una piedra oscura del alma, que se llama Ocho y Medio y que comenzó siendo en el lugar más lejano a su palabra: en un verano, en un día de sol con veinte personas que hablaban sin parar. Pero que sigue siendo un constante lugar del que aún trato de encontrar una salida.

Y podría seguir y mancharlo un poco diciendo lo irregular que fue tu Manifiesto y lo coñazo que eres a veces en esta Zona sucia, pero a los amigos se les aguanta todo. Y tú, tú no fallas. En tus treinta y siete canciones que adoro, siempre me encuentro yo, siempre estoy escuchado. El mundo cambia, las ellas, los lugares, las noches. Pero tú sabes todas mis historias. Al fin y al cabo, las continúas contando cada disco.


FIN DE LA PRIMERA PARTE

Seel & Gy!BE (y 2)

"El placer estético es el placer de la existencia finita en la existencia finita. La percepción estética descubre en esa finitud la oportunidad de presentarse a sí misma una infinitud de posibilidades, imposibles de experimentar en una actitud práctica y teórica. El objeto estético es un objeto experimentado en su indeterminabilidad, la situación estética es una situación abierta a su propia indeterminabilidad y a la del mundo en su totalidad. Pese a que la conciencia de la indeterminación y de la indeterminabilidad del mundo puede resultar paralizante en muchos contextos, precisamente en esa misma medida puede ser liberadora. Tiene un efecto liberador siempre que acontece como una conciencia de posibilidades inexploradas, no preconcebidas, que se encuentran abiertas, y que sin embargo están presentes aquí y ahora. Esta conciencia nace cuando algo es percibido en su particularidad sensible por esta misma particularidad sensible. Deviene consciente de que lo radicalmente indeterminable no es el futuro, sino el presente. El futuro es, desde luego, en un cierto sentido, aun menos determinable que todo lo que acontece en el presente y todo lo que aconteció en el pasado. Pero el futuro es demasiado indeterminado como para que pueda experimentarse en la plenitud de su indeterminabilidad. Esta posibilidad es el privilegio del presente efímero."

Martin Seel - Estética del Aparecer.






Un pañuelo con orillas de llorar


Martin Seel en su tratado sobre estética habla del "aparecer" como concepto clave. De cómo lo que es-ahí ante nuestros ojos, de repente, aparece. Y con esta "aparición" nos hacemos conscientes del tiempo presente de un modo distinto. Siendo esto lo característico de la experiencia estética, entendiéndola como un cuadro de Caravaggio, el recuerdo de una copa de Montepulciano o el olor a mar. ¿Y por qué es distinto? Porque somos capaces de captarnos a nosotros mismos. La conciencia del aquí y del ahora implica, a su vez, una conciencia de aquí y ahora. Sintiendo, nos sentimos sentir. Nuestro cerebro se deshace por un instante de la matriz conceptual con que filtra el mundo y así, en un instante in(con)mensurable sentimos un sentido sin necesidad de exponer significados. El momento estético es un momento de intensidad.





Pero con lo estético se puede vivir. Con Godspeed You! Black Emperor, no. Es el fondo sin fondo. Lo más parecido que me he sentido en mi vida a un derviche. Aquellas dos horas cerré los ojos. Dejé retumbar una voz eléctrica en mí. Y juraría que me deshice. Fui de nuevo el hombre antiguo al que hablaban los dioses y que, si no comprendía, al menos sentía. Durante ese tiempo fui en el borde de lo terrible, vi la zarza y el abismo. Fue la revelación. Yo estuve allí.





They're just moments. They're not a life







Recuerdo que cuando vi la hasta ahora única temporada de Treme, siempre tuve una ligera sensación de incompletitud. Sí, era bueno, pero... pero por momentos pensé que allí no había la suficiente vida que contar. Acostumbrado al drama en cantidades ingentes, a la tragedia hasta el punto de lo apenas tolerable o el surrealismo cómico capaz de evocar un, casi siempre muy necesario, otro mundo. Por todo esto, Treme siempre lo había recordado como algo que podía haber sido más.

Pero quizás no. Quizás, del mismo modo, que recuerdas cuando te dijo "tú, eso jamás lo entenderás" seis meses después y, ahora, sabes -como sólo se saben ciertas cosas- que tú, realmente nunca lo habías entendido, así, es Treme. Un pedazo de vida que te dice al oído "forgive me, pretty babe, but I always take the long way home".


Hay mucho sobre lo que volver en Treme en sus apenas 10 horas. Es una carretera secundaria de ocho carriles en la que siempre podrás elegir tu ruta. Quizás Creighton sea lo más intenso para un primer viaje. Podrás disfrutar de un segundo paseo al lado de Antoine Baptiste o, puede, que tu vida sea demasiado parecida a la de Janette.


Muchas series podrían ser condensadas en una escena donde late y desde la que se expande en todas las direcciones, así, en The wire, podría ser la siguiente:





Por supuesto, Treme, también tiene ese momento. No voy a darle un contexto que arruinaría una historia, pero su esencia es algo que dice Creighton: "Don't think in terms of a beginning and an end, because unlike some plot-driven entertainments, there is no closure in real life. Not really."



Insatisfacción habitable



A veces vives. La mayoría no. Hans Castorp lo sabía, hay temporadas que se hacen eternas, que se derraman como un pantano y que te inmovilizan hasta impedirte proferir nada inteligible, porque se detiene el tiempo y tú en su interior como un insecto en su ámbar. Estos periodos son semanas, meses que crees insuperables en su gotear, pero no. Cuando sales y vuelves al ritmo de los vivos descubres que allí no hubo nada. Que aquello fue un agujero negro capaz de anudar el tiempo a su alrededor.

Antes de ayer y ayer recordé que aún está todo por hacer. Que pensar sólo en entonces, en ella, es la peor decisión posible. Humildad comparte raíz con humillación y esto es puntualmente necesario. Estar ahí, aprender, conocer-te-os. Puedo lanzar un suspiro enorme, ahora, y expulsar nubes de luz negra que había estado egoistamente apilando en mí. Liberación doble que me recuerda otra de hace veranos donde también hubo un mensaje y otra puerta distinta que ahora es la que se cierra.

En apenas dos días, pero muchas cosas, he pasado en mi termómetro emocional -el disco "Una semana en el motor de un autobús" de Los Planetas- de la primera canción a la última, y está bien así. Y estoy relajado. No sé cuánto durará, pero esto ha sido una oportunidad más, justo a tiempo.

Siempre pensé que este blog era primero para mí, después para mí y sin concesión al que por aquí se acerque. Hoy más. Mi universo es este... y hay letras como B, P, F, I, J que ahora hacen comenzar otras palabras.





Y prometo creer que hoy todo vuelve a estar por hacer.



Palimpsesto post-navideño pajaril


Porque el sin porqué también acaba.





Un día de estos, el mar nos solucionará y entonces podremos ser.


El pasado se posó en mis manos
como un pájaro muerto,
sin alas, seco.
Nunca se ha ido.


A veces

vuelve.


Ana Vega

Quememos las gafas de pasta, liberémonos.


No ser nadie o ser todos. Huir de estereotipos en ambos casos. Resulta paradójico como en momentos como el actual, ante la atomización y el bombardeo de un sin fin de tendencias y etiquetas aún perviva la pregunta llevada al extremo. Me imagino su resolución como una afirmación de uno mismo mediante la negación de cuanta clasificación se le asigna pero, de nuevo, esto sólo puede llevar a dos lugares de igual resolución: el poliédrico ruido de asimilar cuanto cae al alcance del acelerado consumidor del progreso o la matemática silenciosa del que, sin desestabilizarse, avanza hacia la negación final: el silencio de ser nada más que tú.

Vale, la anterior incomprensible e inconexa parrafada sólo buscaba darle un barniz apropiadamente impostado a lo que en realidad quería decir: que en cuanto siento que alguien me ha catalogado por un determinado gesto, referencia cultural o complemento estético, me pongo nervioso y hago cualquier cosa para eliminarlo de mí. Para negarme. Para poder volver a ser yo. Libre.

Sí. Tiene muchos nombres (como aquel tan adolescente de "complejo del auditorio imaginario") pero una sola causa: un ego demasiado grande. Bueno, cumplir años tampoco ayuda.

Conclusión: en breve anunciaré la subasta de pipas, chalecos y una gran cantidad de libros de autores impronunciables que, por supuesto, jamás me he molestado en leer. Como colofón simbólico me afeitaré la perilla.

Ya puedo mostrarme como soy. Quizás hasta me haga una cuenta en Facebook.



O no.

Sentirse sentir



Se reconocía en el límite porque ahí es donde constantemente podía perder.
Donde creyendo tratar con la belleza, constataba un delirio.
Deletréame el nombre del cadáver que esta noche escondiste en mi sueño, ¿porque tú también nos soñaste no?
Hace tiempo que ya sin palabras.
Hace tiempo.

A veces, todavía crees encontrar hebras del todo del mundo. Aquellas que aún han de encauzarte para hacer tu bello modo de vivir capaz de resistir la anoxia de lo cotidiano. De lo demasiado contracorriente siempre. Like a waterfall in slow motion, like a map with no ocean, there is a limit to your love. Lástima que aún teniendo todo un límite, no siempre tus actos sean capaces de tanto caos como para desordenar el mundo lo suficiente para que el "otro" se de cuenta de que tú ya no eres ahí.






Pequeños misterios que se agotan

Pequeños cambios que ribetean un mundo demasiado constante. Un todo tan cotidiano que impide distinguir una mano de la otra tendidas ambas a cada lado del día. Resulta necesario apostar al desorden, a creer que aún puede uno equivocarse en un error diferente.

Desvaríos provocados por ausencia de gravedad y de un cuerpo que no se desbarate cada noche.

Entrada baliza, desde la que mirarme en espera de reconocerse.

Entrada Marlene Dietrich, porque ella también fuma cuando tiembla.






También valdría Corrientes circulares en el tiempo, pero si algo he recordado estos días es que casi nunca es bueno insistir con la verdad. Esperar, olvidar, recordar son tremendamente más eficientes y felices. La verdad desbarata mundos, pero, sin embargo, la mentira es un cadáver al que podemos hacer que, por un instante, dance una vida más bella que cualquier otra. Si bien, nadie querrá estar cerca de ti cuando inevitablemente se desmorone, porque lo hará siempre de un modo tan contagioso e irradicable que arrasará todo lo que un día de ti pudo ser cierto.






Autoprosopagnosia







Si me hubieran dicho alguna vez, que voy a estar escuchando varias veces al día el disco de un rapero yanqui, hortera, carne de MTV y con una egolatría del tamaño de su cuenta corriente, me hubiera reído -y mucho-.

Pero, incluso yo, en algunas contadísimas ocasiones dejo que algo rompa mis prejuicios (y disfruto con ello autoflagelándome, de un modo cuasimasoquista, con la espectáculo de mi torre de marfil agrietada).

Acabo de caer que también estoy leyendo a Foster Wallace y viendo Misfits. ¿El mundo que anteriormente conocía como "mío" habrá desparecido? ¿Seguiré siendo yo, o me habrán abducido?


Trato de encontrar... una salida

En la vecindad del magno acontecimiento de la que habrá de ser la visita mil a este blog, entre otras festividades que discurrirán en el ámbito de lo privado, esta entrada cumple el papel de dádiva para mis fieles y abnegados lectores; lo cual viene a ser un autoregalo, ya que de las mil visitas, en un ejercicio de egolatría acorde a mí persona, más de la mitad son relecturas mías. Contándose el resto entre unas pocas personas cuantificables con los dedos de un muñón. No daré nombres debido al estado de búsqueda y captura en el que se hallan los más y lo fácil que se lo pondría con ese gesto a las tan despreciables y aburridas fuerzas del orden.

Ya que el mejor regalo es una vivencia yo ofrezco revivir un "algo" común a muchos de los anteriormente referidos. Un Momento, una Presencia.




Si tuviese que hablar de su sentido en mí, este, destilaría partes iguales de amor, pérdida, de un ir-hacia para siempre terminar por volver. Esta canción brotaría de un pequeño bar de Cimavilla llamado Desorden y no apunta a ningún sitio, porque su letra va siendo constante verdad en un lugar que muta. Yo no trato de encontrar una salida ni fío todo a nada, sino que me limito a dotar de algo de habitabilidad, y todo lo que pueda de belleza, a mi mundo en su constante trance de desaparecer, en su infundamentabilidad -que no im-per-tu-ba-bi-li-dad-. En este deseo me fundo y me afirmo. En esto es en lo que puedo decir que soy, y siempre lo soy a través y a pesar de unos pocos de los demás.

Tras esta perorata que es mucho más de lo que en numerosas ocasiones soy capaz de decir de mí, seré breve. Les dejo este aurático video de un venticuatro de Enero en Norteña -lugar mitológico al que los que no sienten el pulso de la verdad del mundo conocen como "Gijón"- en el que junto al señor Vegas, estuvimos -física o espiritualmente- todos los que un día hemos sido y todos los que algún día no moriremos nunca.



Per aspera ad astra

16 de Enero de 2003 STS-107// Taijin Kyofusho - The Evpatoria Report

Apenas diez minutos de video/música dan sustento a todas las posibilidades de una hipermoderna versión de Ícaro. La música trama la tragedia espacial, desplegando todos los resortes de algo que en el momento que se materializa es inevitable.

Visión y hecho:
La dolorosa evidencia de que el destino siempre obra en un tiempo irredimible, un "error trágico" -conocer el daño pero juzgarlo como insignificante- que permitió no hacer lo correcto. La pieza que hirió a la nave, durante su despertar, hace su muerte y la de sus tripulantes, desde entonces, algo instante. El "reconocimiento" acontece en el reingreso en la órbita terrestre con la desintegración de la nave, con la retransmisión en directo al mundo de una combustión.





Música e imaginación:
Dos años después, The Evpatoria Report, trazan el mapa sonoro. El patetismo reflejado en las cuerdas, augura un dolor siempre creciente. Como canon trágico propone una catarsis, pero esta resulta fallida, no consigue retirar del dolor, no lo hace arder, sino que lo perpetúa, lo lastra en el receptor, le repite que lo que allí es, será por siempre.





la palabra NO



Bendita palabra y necesaria praxis. La que hay que decir a un mundo en el que a alguien como Santiago Sierra se le ha dado hoy el Premio Nacional de las Artes Plásticas. ¿Y quién es él? Cito a esa inexorable fuente de verdad llamada El País: "En 2003 tapió el pabellón español en la Bienal de Venecia e impidió el acceso a quien no presentara un DNI español; en 2006 quiso llenar de monóxido de carbono una sinagoga en Alemania; en 2007 construyó unos módulos a partir de los residuos fecales humanos que manipulan los intocables en la India. En la actualidad, pasea por el mundo una escultura gigante con la palabra NO"

Ahora es cuando me convierto en radical y yo digo no. Esto no. Llámenlo como quieran, crítica visual, pensamiento plástico o ridiculez, pero Arte, no. Y no me vale el concepto postestético de Danto para con el arte contemporáneo. No puede existir el arte postestético. Seré un clásico, pero la aisthesis sigue siendo -al menos para mí- condición necesaria para que algo se pueda introducir en el diálogo de lo artístico. La aisthesis es una experiencia propia del receptor que apela a una sensibilidad y, poniéndonos técnicos, toda percepción estética pasa por un punto crítico del cerebro (el córtex órbito frontal) que dispara o inhibe el placer. Leer el periódico, por mucho que te indigne, por mucho que te lleve a la lucha armada y a crear un -esta vez sí- movimiento anarquista sanguinario y efectivo, eso, eso no es estética. Recitando a El País: "El Ministerio ha elegido a Sierra por su obra crítica, que reflexiona sobre la explotación y la exclusión de las personas, y genera un debate sobre las estructuras de poder, tal y como se manifiesta en sus diversos proyectos desarrollados a lo largo de dos décadas".

¿En qué punto de la partida han cambiado de vagón filósofos y artistas? ¿En qué punto la palabra estética no puede librarse de la maldición de contener la palabra ética?
Sí, está manido, pero no puedo resistirme a citar al absoluto opuesto del señor Sierra, Mr. Wilde.
"El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte", "Todo arte es completamente inútil".




Manuel Millares. Sín título. 1967



Jean Luc Marion - El cruce de lo visible




"El pintor sólo desciende hasta la frontera indecisa de lo visible y de lo invisto para que éste último la atraviese"


Robert Ryman - Series #9



"El pintor, como un alquimista, transmuta en visible lo que sin él hubiera permanecido definitivamente invisible. A eso lo llamaremos lo invisto"


Zeng Fanzhi - Untitled



"Hay que considerar el marco en el que reposa el cuadro como la puerta de los Infiernos de la que surge, cegado todavía pero milagrosamente arrancado del reino de la sombra, un nuevo visible, invisto hasta ese momento. Cada cuadro nos da una Eurídice, salvada (y no perdida) por haber sido vista, puesto que permanecía invista para todos menos para el ojo nocturnamente diurno del pintor"

Jorge Oteiza - Catarsis. Ritos de Putificación



"El cuadro vive como viven los hombres: singularmente, por sí mismo, insustituiblemente. El verdadero pintor participa del simple misterio de la única Creación, por el hecho de que no reproduce nada, sino que produce"

Doris Salcedo - Shibboleth



"Las puertas del Infierno se abren sin cesar, a través de las cuales el pintor conduce hacia la luz un nuevo maestro de lo visible, que no remonta más que para re-mostrárnoslo y, así, mostrarnos un monstruo. Monstrum, lo mostrable por excelencia, lo imprevisto bruto, el milagro. Miraculum, lo admirable por excelencia. El pintor de milagros consigue hacer entreabrir los ojos que lo visible, demasiado previsto, había cerrado".






The lost art of keeping a secret


Decididamente, el mundo habla y el cuerpo escucha en formato analógico. Con la sutilidad del 0,00000027 y su infinita diferencia respecto al 0,00000028. Esa suerte de matiz desencadena el instante. La indefensión ante la colonización digital del mundo llega a niveles tales como el de tener que estar valiéndome constantemente de algo que empobrece infinatemente nuestra cultura.






El olvidado arte de la electricidad estática. El craqueteo del vinilo. El universo contenido en cada traza de la trama de un papel de este libro. Su caricia.
Aquel sabor.

Lo digital es comodidad, almacenamiento. Una mera reducción que permite un más descuidado y rápido manejo de lo que nos impide detenernos. Un simple recordatorio -derivado en mandato- de lo que algunos han estimado que no merece tanta dedicación.




Usando cruces como espadas



Que tengas buenas noches hoy, y malos sueños para quien prefiera tenerte muerta que no tenerte nada...


Evitar caer en la patética frontera de ser un coñazo, debiera ser el punto básico de la ideología de cada uno.Hasta sus últimas consecuencias, porque no se puede caer más bajo que dar pena y una vez se traspasa esa frontera, es irrecuperable. Es algo cualitativo, no cuantitativo.




De haber sabido que aquella sí fue la última vez -y la última siempre es la menos necesaria de las veces- ¿Hubiera cambiado algo? Necesitas creer que sí. Apuntalar un lugar en el que te descabalgó la suerte. Hasta ahí jurarás que todo era perfecto. Hasta que te dijeron que de eso, nada, nunca más.

Seguir hablando de pérdidas, de amputaciones más o menos dolorosas, de la desaparición de los dulces sueños y, también por eso, seguir sin poder, saber, descansar pensando cómo rescatarte de tan siniestras garras. Lástima que lo que yo juzgo garras, para ti son caricias. Es una pena que la siniestra distancia separe lo que para unos es espera y para otros olvido.






Teoría del conocimiento onírica


Por supuesto que existe conocimiento en los sueños. Allí también sabemos cómo nos sentimos ante cosas que, caigan más o menos en lo posible, al soñar están ocurriendo. Si soñamos rodeados de cosas que conocemos bien, en situaciones y circunstancias ligeramente diferentes de las reales, no hay nada racional que nos permita pensar que lo que experimentamos habrá de ser diferente de lo que ocurriría aquí, al otro lado de lo que concedemos como “real”. Porque entonces, despiertas. Y si aún recuerdas, sientes. Y eso que sientes, permanece, porque el cerebro -los que dicen que no, mienten- no es tan listo como para diferenciar un mundo del otro que está dentro que él. Y lo que ahora tienes, anhelo o herida, lo tienes. La onza de carne desde ahora contendrá sangre. Y te preguntas si lo que viviste -te incite o te aterre- deberías tomarlo como adelanto, como visión o como advertencia. Así fue, que cuando esta mañana despertó, sintió que un sueño se había inmolado, y eso siempre tiene un porqué. Que algo de lo que ahí había ocurrido, quería decirle que no. Que no estaba yendo a donde él creía querer. Y que el temor quiso anunciarse cobrando forma de una realidad no muy distante a la actual, con la intención de decir: yo no te convengo. Ni como sueño, ni como realidad.

Eso, ahora, lo sé.




Me llamaste muy de madrugada,
yo escuché a alguien toser detrás.
Mientras definías el desprecio
me dije que podría hablar,
pero hay cosas que no hay que contar.