Un pañuelo con orillas de llorar


Martin Seel en su tratado sobre estética habla del "aparecer" como concepto clave. De cómo lo que es-ahí ante nuestros ojos, de repente, aparece. Y con esta "aparición" nos hacemos conscientes del tiempo presente de un modo distinto. Siendo esto lo característico de la experiencia estética, entendiéndola como un cuadro de Caravaggio, el recuerdo de una copa de Montepulciano o el olor a mar. ¿Y por qué es distinto? Porque somos capaces de captarnos a nosotros mismos. La conciencia del aquí y del ahora implica, a su vez, una conciencia de aquí y ahora. Sintiendo, nos sentimos sentir. Nuestro cerebro se deshace por un instante de la matriz conceptual con que filtra el mundo y así, en un instante in(con)mensurable sentimos un sentido sin necesidad de exponer significados. El momento estético es un momento de intensidad.





Pero con lo estético se puede vivir. Con Godspeed You! Black Emperor, no. Es el fondo sin fondo. Lo más parecido que me he sentido en mi vida a un derviche. Aquellas dos horas cerré los ojos. Dejé retumbar una voz eléctrica en mí. Y juraría que me deshice. Fui de nuevo el hombre antiguo al que hablaban los dioses y que, si no comprendía, al menos sentía. Durante ese tiempo fui en el borde de lo terrible, vi la zarza y el abismo. Fue la revelación. Yo estuve allí.





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