This is not a war, because war ends



Estas palabras, cumbre intelectual de su personaje, pronunciadas en el primer capítulo de la serie, sirven de epítome, de inscripción en el pórtico del mundo en el que se adentra aquel que se entrega a la obra de David Simon. Si abarcamos The Wire bajo esta cita, podemos entenderla como un extenso pasaje que comienza in media res y acaba sin cambiar un ápice del engranaje de un mundo en el que el diálogo acostumbrado, que tiene un escaso acervo léxico (nigger, fuck son miles de veces comienzo y fin de todo tipo de conversaciones) , entroniza una gran palabra: asesinato. Mediante el uso de numerosos sinónimos es este y no otro el vocablo que pone en marcha el microdevenir, la ley evolutiva que abole “el azar y la necesidad” de Jacques Monod. No, en Baltimore, los árboles, las ratas y las personas no existen sujetos al azar o a la necesidad, sino bajo la damocleana amenaza del gatillo que puede provocar que el martillo golpee el fulminante de la bala que se aloja en el tambor, presta a recorrer el ánima del cañón que sientes en tu sien, siendo desbandado tu puñado de sueños por un proyectil de 9 mm, quizás de calibre 45 o incluso -si eres especial- uno con recubrimiento de cobre.


“En los juegos donde lo que se apuesta es la aniquilación del vencido las decisiones están muy claras. El hombre que tiene en su mano tal disposición de naipes queda por ello mismo excluido de la existencia. Esta y no otra es la naturaleza de la guerra, cuya apuesta es a un tiempo el juego y la supremacía y la justificación. Vista así, la guerra es la forma más pura de adivinación. Es poner a prueba la voluntad de uno y la voluntad de otro dentro de esa voluntad más amplia que, por el hecho de vincularlos a ambos, se ve obligada a elegir. La guerra es el juego definitivo porque a la postre la guerra es un forzar la unidad de la existencia. La guerra es Dios.”


Meridiano de Sangre y The wire son sincrónicas, ocurren en la misma edad, la de bronce. Un tiempo en el que los hombres nacen viejos, en el que su único modo de vida es la guerra y en el que saben que lo que les espera al morir es el olvido y el Hades. Ellos no elaboraron las reglas, sino que se adaptan a ellas. Los distintos momentos en los que en un macroámbito -Hamsterdam- y en un microámbito -una escuela- se intenta virar el rumbo del mundo, se acaba topando con la imposibilidad de mover aquella piedra. Sísifo es fuerte, pero nunca lo suficiente para remontar la montaña y la fuerza de la gravedad no es menor en Baltimore. Así que lasciate ogni speranza, voi ch‘ entrate a la ciudad independiente de Bulletmore, la ciudad más poblada del estado de Murderland, aquí existe un arraigado sistema de trueque: una vida por otra.




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