Por cuanto eres tibio, te vomitaré de mi boca.



Nunca ha sido la tibieza un problema, así que vamos a seguir haciendo apología y crítica apasionada y parcial, como tiene que ser.


Gijón es una ciudad marcada por el contacto con el mar, por una historia casi siempre del lado de los perdedores y por una apariencia que, si bien ha sido limada últimamente, podríamos calificar como dura e intensa. Gijón imprime caracter. “Esa doble empalizada velar-sordo-fricativa” a hierro va en los que allí habitan. Y la música que de su mundo brota se anega de salitre, cemento y nordés. El repertorio destacable es numerosísimo (Nacho Vegas, Manta Ray, Viva las Vegas, Lucas XV, La Costa Brava, Mus...) y ahora hay que añadir otro grupo más: Elle Belga.


Tomando la nana como género trazan un disco -llamado 1971- que sin batería, centrándose en tenues cuerdas y un juego de dos voces con resonancias del mejor Low, está afinado con el son de la noche y el murmullo de la mar. Sabe a canción popular desubicada, a confesión de alcoba, a dolorosa calma. Y, además, es tremendamente bello. Todo está dicho.






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