Un secreto absoluto: todo lo verdaderamente ocurrido es para nosotros inaccesible



Existe
música que acompaña y música que reclama. Rumores de árboles y electricidad estática. Refiriéndome a Godspeed You! Black Emperor, aquellos que los conocen -en el sentido bíblico de la palabra, o no- nunca dudarán de cuál es el lado del que se encuentran.

La Música (con mayúsculas de Dionisíaca) posee un núcleo oscuro, inaprehensible e incomunicable que posbilita la vivencia del tiempo como "duración" -Bergson-, ocurriendo en el mismo indisolublemente A y B. Siendo:

A) Experiencia de cercanía con la Música que nos permite introducirnos y firmar en ella.
B) Exigencia de cercanía de la Música hasta introducírsenos y firmar en nosotros.

La Música es sensación instante de un presente indivisible, por lo que cualquier afán de testimonio ha de resultar, por fuerza, desmoronador de la experiencia e imposibilitador de la transmisión. Conformémonos con sentir, que no es poco.






She will love you like a fly will never love you... again


"Hemos sido capaces de demostrar que la música activa circuitos neuronales de recompensa y emoción similares a aquellos que responden específicamente a estímulos que son biológicamente relevantes, tales como el alimento o el sexo o que son artificialmente activados por drogas como la cocaína. Y me pregunto si no es extraordinario el que la música active estos mismos circuitos cuando ésta no parece estrictamente necesaria en el mundo biológico ni para la supervivencia individual ni la reproducción ni tampoco se trata de una substancia química, como la droga."


Lo que siempre había intuido, algunos como Roberto Zatorre, investigador y autor del texto anterior, se han encargado de confirmarlo. Más allá de la absoluta inutilidad de gran parte de la investigación actual, resulta interesante como necesitamos reafirmar mediante un experimento lo que nosotros ya sabemos: que el placer estético funciona como una droga más. Que el alivio que provoca una canción determinada es como el de una calada de buen tabaco. Que el escalofrío del tercer concierto de Rajmáninov pulsa lugares muy parecidos a los del sexo.


Las teclas son distintas, pero el piano es el mismo: placer y displacer. Nada nuevo bajo el sol. Todos buscamos lo mismo. El placer es la moneda que mueve nuestro cerebro hacia un aquí y ahora.



Días. Días llevo con esta canción en la cabeza. No sé si ha sido antes o después de dejarme obsesionar con el placer. Un tema típico del verano y de su dispersión. Pensamientos opacos que inevitablemente tienden hacia la noche, a divagar sin hacer pie en el fondo del mundo.



Escucho sin mirar y así veo



Receta: Schelling + Lacan + Jose Luis Molinuevo + Pessoa + estío santanderino.


El ámbito de lo real permanece refractario a nuestro finito conocimiento. El corazón del que se escapan los latidos es la materia negra que la razón -por definición- nunca podrá ver. Debemos conformarnos en vagar de lo simbólico a lo imaginativo, de la palabra llena a la palabra vacía, huyendo, si cometemos la desgracia de rozar aquello de lo que la palabra no sabe hablar.


No existen los acordes musicales puros: en la raíz de todo está el engaño. Sólo así se nos hace soportable el mundo. Werckmeister lo supo.


¿Está la belleza en la mentira que se hace pasar por verdad? ¿O, acaso, en la fracción de lo “real” que refulge en el ídolo?


Dudo de calificar la pregunta de capital o de anecdótica. En todo caso, sí lo haré como irrespondible.